lunes, 24 de marzo de 2008

Sobre el día de la fecha

Hoy es veinticuatro de marzo del año dos mil ocho. Hace exactamente treinta y dos años ocurrió un hecho que cambió nuestras vidas para siempre. Incluso la mía.

El veinticuatro de marzo de mil novecientos setenta y seis yo todavía no había nacido. Ni siquiera existía como idea conjunta entre mis padres, que tampoco se habían conocido. Aún así, esa fecha me causó mucho daño, el que le causó a la sociedad, por eso a mí.

Corría la mitad de la década del setenta y el país estaba gobernado por lo peor del peronismo de derecha. Fuerzas guerrilleras de izquierda que buscaban terminar de golpe con tantos años de injusticia mantenían a la sociedad en vilo entre diez mil incertidumbres. El desorden general venía de varios años atrás, de aquellos de asunción condicionada y golpe.

Cuando la ingobernabilidad de la repulsiva señora María Estela de Perón se caía de madura, llegaron ellos. Esa manga de hijos de re mil puta que con la excusa de “reorganizar la nación” le dieron el golpe final. Nos knockearon.

Apoyados por lo peor de la sociedad (léase la Iglesia, el empresariado reinante de siempre, los grandes multimedios como Clarín y La Nación, entre otros íconos de la oligarquía local) hicieron lo que quisieron con total impunidad. Armaron una dictadura de manual -de las que les enseñaban a hacer en el ejército-. Secuestraron, violaron, mataron, torturaron, robaron, asesinaron entre otra lista interminable de verbos que no estaría de más recordar. Todo esto con el argumento de "erradicar a la subversión".

El plan era perverso, violaron hasta las mismas consignas que ellos –tan católicos apostólicos romanos- profesaban, para alimentar sus ambiciones de poder, materialismo y odio. Odio que se fungíafunge- en el nacionalismo barato, en la xenofobia, el racismo, el antisemitismo y el fascismo. Sin ir más lejos, mataban al que pensaba distinto. Eso no tiene explicación alguna. Es el crimen –dentro de los más punibles y perversos- más inhumano que puede existir. Va en contra de la esencia del ser. Matar por pensar.

Debe ser que cuando las ideas del otro son tan sofisticadas y los argumentos tan fuertes que alguien no puede ganar una discusión, se buscan otros recursos, como la muerte. Quiero hacer un paréntesis en este caso y sacar de la bolsa a grandes luchadores de la historia, como por citar dos ejemplos: el general José de San Martín y Ernesto “Che” Guevara. Puede llegar a ser considerada tendenciosa esta separación –que de hecho lo es- pero a mi entender, luchar por una causa justa, como la emancipación de un pueblo ante la opresión de otro que lo privó de su libertad, no puede ser considerado de igual modo que el genocidio cometido por esos innombrables que encima ya eran opresores.

A partir de ahí perdí muchas cosas. Muchas. Hoy tengo que costear una deuda externa que no es mía, sino del empresario para el cual trabajo, entre otros grandes personajes de esos que salen en la revista Caras. Alrededor mío hay gente que se caga de hambre. Y lo siento en lo más profundo. Dedico parte de mi tiempo en ayudarlos a salir del pozo que los tiraron. Desde lo económico a lo humano, pasando por lo intelectual con proyectos a futuro.

Posiblemente, también haya perdido algún amigo o conocido. Dentro de la gran cifra de personas que mataron, tal vez iría a conocer a alguno o alguna. Quién sabe. Pero no es cuestión de caer en el “qué hubiera pasado si…” sino en atarse a lo que pasó y ver qué hacemos con eso.

Pero de lo que estoy seguro, y es acá a donde apunta todo este texto, es que a partir de esa fecha, yo dejé de ser el que iba a ser sin haber existido. Hoy soy un militante más, y si tendría que medir el grado de tendencia de mis ideas, seguramente éstas denotan una clara alineación hacia la izquierda. Pero mi militancia no se basa en ver de qué lado estoy parado dentro sistema, si del derecho o del izquierdo. Mi causa está ahí, en las grandes injusticias que comete el ser humano solamente por ideas. Por las ideas que piensan los demás, porque acá el injusto no piensa, gobierna.

Sin lugar a dudas, el veinticuatro me cambió. Me hizo un militante humanitario –de izquierda, si por defecto les sale acotarlo-. Soy uno de los tantos que piden por memoria, verdad y justicia, pero cuando llegan estos momentos, a veces nos queremos olvidar de todo. Somos testigos de un pasado que no volvió pero que nunca se fue. Que está ahí mostrándonos lo aterrador que puede ser si no nos comprometemos con la causa. La causa de existir. Y en libertad.

Pd: Me olvidaba. Un día como hoy, hace treinta años, sería un subversivo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola mariano.
Que bueno e importante que alguien joven opine,no importa si a favor o en contra,ya el echo de que menciones
todo lo que pones en el artículo,es de un merito notable.Sinceramente
te felicito,y haces que una sienta que no todo fué en vano,milité mucho tiempo no en la peor época de la dictadura,pero si cuando todavía estaban.
Ojala no tengamos nunca más un 24 de Marzo. un cariño grande.cpm